Fobia

Desde muy chico José tenía miedo a las arañas. Todos suponíamos que su madre le había trasmitido ese temor desde el principio. Los niños en general no tienen miedo a los bichos; más bien curiosidad. Siempre recuerdo una tarde de verano que estábamos en casa de gente amiga. Las niñas jugaban en el jardín. Entre sus risas oímos que una de ellas hacía una pregunta a las otras.

—¿Les gustan las arañas?

—No— dijeron a coro.

—Entonces me la como yo.

Los adultos salimos corriendo al jardín pero llegamos tarde. Ya se la había comido.

 

Pero volvamos a José. Para lidiar con el miedo de Josecito, su mamá pensó en buscar ayuda psicológica. Le propusieron la llamada “terapia de exposición”. Había que tomar contacto con el objeto temido poco a poco.  Como la mamá tenía más terror que el chico, optaron por comenzar por las representaciones, en lugar de arácnidos vivos.

 

Así, comenzaron con dibujos y fotos de diversos tipos de arañas. Asociaron a las imágenes el aprendizaje de su clasificación, de sus anatomías y sus costumbres. Dedicaron mucho tiempo y sesiones con la profesional a avanzar con esta terapia.

 

Poco a poco, José fue perdiendo sus temores. La madre no. Ya en la adolescencia, José coleccionaba arañas y tenía terrarios con algunas vivas. Se fue haciendo experto. Cuando le tocó elegir una carrera universitaria optó por la biología, para especializarse en aracnología.

 

Se convirtió en un aracnólogo experto. Ya adulto no solo había perdido los temores de la infancia sino que disfrutaba de las arañas. Las hacía caminar por sus manos y brazos ante el espanto de amigos y parientes. Era feliz por haber perdido el miedo.

Su madre, horrorizada, le advertía sobre posibles complicaciones de una picadura por sus graves alergias.

 

En las reuniones familiares o charlas con amigos aburría a todos. Traía asuntos como las diferencias entre las diversas familias y subfamilias de arácnidos. Un tema que le apasionaba era comparar las características de las terafosas avicularias con las otras subfamilias de terafosas. Casi se podría decir que había pasado de su fobia infantil a una obsesión de adulto. Más allá de todo esto, tenía una feliz carrera como aracnólogo. Para su madre las cosas no mejoraron. Todo lo contrario. Ella siempre conservó un miedo exagerado y creciente a estos animalitos.

 

Un día, todo esto terminó abruptamente cuando a José lo picó una viuda negra. Pidió la ambulancia. Cuando lo llevaban al hospital explicó: “Me picó una Latrodectus mactans”. Los enfermeros se miraron entre ellos. Pese a todos los esfuerzos no pudieron salvarlo.  Llegó muerto por un paro cardiorrespiratorio. La madre tuvo que ser internada en una institución siquiátrica, presa de una tremenda crisis. Tenía visiones. Veía arañas por todos lados.