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Foro mundial


Siempre supe que fuimos creados para hacer el bien. Pensé en ser sacerdote para difundir este mensaje. Dicen que tenía condiciones para el sacerdocio. Lamentablemente el celibato no era para mí. Decidí cumplir mi misión de fe desde un lugar laico. Participo hace muchos años en la ONG “Por un Mundo Mejor”, que trabaja unida a mi iglesia. Nos dedicamos a organizar campañas de bien público. Yo soy líder del equipo de comunicación. Tenemos que hacer llegar el mensaje del que nos creó a su imagen y semejanza. Esta profunda convicción la llevo adelante con una capacidad de persuasión que todos me reconocen en la ONG.


Este año fui delegado al “International Mentors Forum” o IMF. Este es un foro mundial, en el que las entidades participan exclusivamente por invitación. Es coordinado por un comité de grandes organizaciones internacionales que se dedican, aunque sea parcialmente, a mejorar el mundo desde ideas, perspectivas y acciones muy diversas. También hay delegaciones gubernamentales y de distintos credos. El objetivo del foro es compartir y mejorar la información, comunicación y fidelización de los simpatizantes, correligionarios, seguidores o adeptos, según el tipo de organización.

 

Como todos los años el evento, de varios días, se realiza en un hotel de cinco estrellas. La organización va cambiando de país y ciudad año a año. A las delegaciones siempre las recibe un comité de admisión, integrado por jóvenes muy simpáticas y serviciales. Cuando llegué me dieron una guía de ámbitos, horarios y descripción de las conferencias, servicios varios y el número de mi habitación.

 

En estos días asistí a diversas presentaciones. La que más me impresionó fue la de hoy a la tarde. La brindó un tal José Castaño, director de comunicación de la corporación “The Believing People”. Es un estadounidense hijo de caribeños, que habla un buen español con leve acento norteamericano. Su charla fue sobre el tema “Saber puede ser dañino”.

 

Tomé numerosos apuntes, ya que me interesó mucho el enfoque original. José es un tipo muy interesante y convincente. Me despertó mucha confianza. Su charla estaba centrada en el coaching, la tutoría y la oratoria. Llevar la palabra, la convicción y la certidumbre con el mensaje solidario y la fe en la misión siempre me pareció lo más importante. José me impactó profundamente. En su curriculum vi que, como yo, sus inicios habían sido por el camino de la fe. Luego, al igual que yo, optó por la vida laica consagrada a transmitir el mensaje del bien, de la hermandad y la solidaridad. Su palabra, su convencimiento y su capacidad de emocionar y arrastrar al público eran algo fuera de lo común. Un líder, un gurú, sin duda. Paso a contarles, con mis palabras, los conceptos de José que más me impactaron.

 

El planteo central de José ronda alrededor del hecho que la abrumadora mayoría de las personas, sumergidas en la complejidad de la vida de nuestra época quieren simplificaciones. Este fastidio por la complejidad genera varias tendencias en la gente.

La primera es buscar explicaciones simplistas para problemas complicados. Por ejemplo, un mito, una superstición o una pseudociencia.

Luego adoptan una de estas creencias o visiones simplificatorias como verdad absoluta y actúan en consecuencia.

Pero ¿Por qué hace esto la gente? ¿Por qué no estudian e investigan toda esta complejidad que nos incluye? ¿Por qué aceptan cualquier explicación simplista?

Son llevadas a estas conductas por el vértigo, la cantidad de tareas y la escasez de tiempo de la vida actual. También influyen las distintas creencias y tradiciones culturales. José nos hizo recordar el dicho popular: “Si quieres ser feliz como tu dices, no analices”.

Entre los relatos básicos de nuestra civilización José destacó que, en el Génesis, el creador advierte a Adán y Eva que comer del fruto del árbol del conocimiento puede ser mortal. Como mensaje fundacional marca un rumbo. El saber es peligroso. ¿Quién no ha escuchado la frase “prefiero no saber”?

Es sabido que las ciencias y en particular las exactas no son las preferidas de la población. Se busca practicidad. Menos esfuerzo y resultado más rápido. Así es que nos dedicamos a trabajar para ganar dinero y tratar de distraernos o divertirnos en las pocas horas libres.

Las grandes dudas que nos aquejan se encaminan a través de religiones, supersticiones y creencias varias que circulan en nuestra cultura, sobre todo a través de los medios masivos de comunicación.

Algo básico y muy importante que dice José es que no se debe pensar en esto como algo negativo. Los que proveen de creencias al público cumplen con una función muy importante. Les proporcionan certezas, disminuyen sus ansiedades y les ayudan a encarar la vida con menos angustias.

Un dios todopoderoso. Un libro donde está toda la historia de nuestro origen, la ley, el bien y el mal. Los hechizos, los horóscopos, la numerología y los amuletos para favorecer la suerte. Los programas de televisión para reír, llorar y saber qué se debe votar y a quiénes admirar o insultar. El futbol para gritar. ¿Qué más? Dejemos las complejidades para los pocos chiflados que se fascinan y obsesionan con investigar. Esa es nuestra benéfica misión. Facilitar la vida, despejar el camino. Eliminar angustias. El enfoque de José me pareció muy atrayente y positivo. Refuerza el fundamento de nuestra misión y, por eso, aumenta mi confianza en José y mi convicción.

 

A la noche fui a tomar un refresco en el mostrador del bar del hotel. Me encontré con José. Le manifesté mi admiración por sus explicaciones. Tuve la sensación que él no estaba bien. Estaba tomando whisky antes de cenar. Parecía estar levemente borracho. Me acerqué y lo saludé.


—Hola José ¿Cómo está? Me impresionó mucho su charla de hoy a la tarde.

—Como verá, no estoy en muy buenas condiciones.

—¿Lo puedo ayudar?

—Voy a ir a mi habitación a descansar un rato.

Se incorporó con inseguridad y trastabilló. Se veía muy mareado.

—José, si me permite, lo acompaño a su habitación.

—Bueno, estoy hecho un desastre. Debo dormir un poco antes de cenar.

Fuimos a su habitación y se desplomó en la cama. Estaba descompuesto. Me atreví a hacerle una pregunta.

—José ¿Qué le pasa? ¿Lo puedo ayudar?

Entre hipos y eructos intentó explicar.


—Lo que me pasa es que el mundo es una mierda y así es mi vida. Vendo toda esta basura que recito para ganar plata pero no me la creo. Hago que los demás, como tu, la crean. Me emborracho para poder dormir y tolerar lo que hacemos. Doy consejos y mi vida es un desastre. Mi familia me odia. Mi hijo es un adicto. Yo soy alcohólico.

—Pero yo estoy en una ONG de bien público. Creo que lo que usted hace refuerza nuestra misión.

—Sí, claro ¿Tienes idea quién financia tu ONG? ¿Cuántos bancos o corporaciones multinacionales? ¿Qué gobiernos? ¿Qué agencias de inteligencia? ¿Quiénes están detrás? ¿Con qué intenciones? ¿A qué partido político aportan?

Extenuado, se sonó la nariz, descansó un instante, bebió un sorbo y arrancó de nuevo.


—¿Lees libros?

—Poco. Tengo la Biblia siempre a mano Esa es mi guía fundamental. También me  informo por la televisión y las redes sociales de mi comunidad.

—Los libros y no nuestra cháchara son importantes. No “el libro”; los libros. Nos hacen pensar.

José tomó un libro de su mesa de luz y le pregunté.

—¿Es la Biblia?

—No. Es “Fahrenheit 451”. ¿Lo leíste? En la novela se dedican a quemar libros.

—Lo empecé a leer hace mucho pero me aburrí. Prefería los libros sagrados.

—Te lo presto. Es mi nueva biblia. Mira este párrafo. “Salir de la guardería infantil para ir a la Universidad y regresar a la guardería. Ésta ha sido la formación intelectual durante los últimos cinco siglos o más. Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados.”

—Sí, ahora lo recuerdo.

Entusiasmado, José prosiguió, cada vez con mas fervor.

Mira este otro párrafo. “Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno o, mejor aún, no le des ninguno. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía.”

—Tienen razón en ese libro. Al contrario, los libros sagrados te dan calma.

José se enfureció.

—No puedo ignorar la complejidad. ¡Ya estamos sumergidos en el caos! Si tú puedes seguir con las simplificaciones bien por ti. Yo ya no puedo mentirme ni mentir sin sufrir. Alcánzame la botella. Voy a tratar de dormir.

 

Salí de su habitación muy impactado y confundido. ¿Cómo este hombre, con su convicción y elocuencia en las conferencias tenía este otro lado? Toda mi estantería mental se estaba moviendo. Me fui al bar a tomar algo fuerte y me llevé el libro y una botella de whisky a mi habitación.

 

 


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