El salón, con las sillas tapizadas en terciopelo rojo, tenía en las paredes cuadros de marco dorado con copias de grandes pintores europeos y, en los rincones, reproducciones de esculturas.
El director del museo, el profesor Fledermaus, hizo una breve síntesis del curriculum vitae de la expositora aclarando, entre otras cosas, que el nombre y apellido de la invitada se pronunciaba «grete catsenieguer». En la presentación, Fledermaus mencionó la tesis de doctorado y los libros publicados por Gräte en varios idiomas. Luego invitó a la expositora a comenzar su disertación.
La rubia conferenciante, que tenía un simpático acento franco-alemán, pronunciaba de forma equívoca las «erres» como «eres» y viceversa.
Comenzó agradeciendo a las autoridades del museo, a la Asociación Cultural «El Faro Europeo» y a la audiencia presente. Explicó que iba a dividir su participación en dos partes. Primero haría una exposición sobre su especialidad, la llegada e implantación de la cultura europea en América. Luego habría un espacio para que el público hiciera preguntas, que ella trataría de responder.
Llegado ese segundo momento aparecieron diversas inquietudes entre los presentes. Las intervenciones dieron lugar a un animado intercambio entre Gräte y los asistentes. La disertante comenzó invitando al público a plantear sus inquietudes.
—Paso a escuchar vuestros comentarios.
—Usted menciona la cultura europea, pero gran parte de la misma vino de Oriente. La numeración arábiga, el papel, la brújula y la pólvora de China.
Gräte tomó aire y volvió.
—Nadie niega la importancia de esos desarrollos pero no son comparables con los europeos. Sin ir más lejos...
Otro participante interrumpió.
—La religión que trajeron era de Medio Oriente...
Gräte tragó saliva y, enrojeciendo levemente, volvió a la carga.
—Entiendo. Pero no se puede ignorar a los grandes sabios europeos que construyeron nuestro conocimiento astronómico y técnico. Telescopios, el acero, el vidrio, la navegación y otros. Copérnico, Kepler, Newton, Galileo.
Alguien respondió.
—Los mayas tenían conocimientos astronómicos antes que llegaran los europeos que, dicho sea de paso, trajeron enfermedades contagiosas y rapiñaron a los pueblos americanos.
Gräte contestó, ya ofuscada.
—Antes del descubrimiento de América...
Desde el fondo del salón alguien gritó.
—Los pueblos originarios descubrieron este continente miles de años antes. Los europeos se desasnaron al llegar. Creían haber llegado al Lejano Oriente.
—Los pueblos originarios de América se desangraban en guerras... —dijo Gräte.
—En la misma época en Europa masacraban con la Inquisición. ¡Los europeos han vivido en continuas guerras y genocidios, tanto en territorio europeo como colonizando África, Asia, Oceanía y América! ¡Mataron la mayor parte de la población originaria y millones de esclavos africanos!
Ya la conversación se tornó en batahola. Tratando de recomponerse, con los ojos celestes llorosos, la rubia disertante volvió a la carga.
—Nosotros hemos conservado los tesoros arqueológicos y antropológicos de estas tierras en los museos de las grandes capitales europeas.
—Rapiña de tesoros culturales. ¿Dónde está todo el oro y la plata del Potosí que se llevaron y que figuran en el Archivo de Indias en Sevilla? ¿Y los diamantes de Sudáfrica?
El profesor Fledermaus intervino.
—Estimados todos, en nombre del Museo de Cultura Europea, agradecemos la invalorable presencia de la doctora Katzenjäger. Sus claros conceptos y respuestas honran a esta casa. Damos por finalizada esta actividad y agradecemos la presencia de todos ustedes.
Una vez que se retiró todo el público, el profesor Fledermaus le ofreció una formal disculpa en nombre de la Asociación Cultural «El Faro Europeo». Tomaron eiskaffee, comieron schokoladenkuchen y Gräte agradeció con un comentario.
—No se preocupe Herr Professor, son criollos. ¿Que se puede esperar de burros sino patadas?
