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Carlos Ponce

A principios de los setenta yo trabajaba en la universidad en Montevideo. Mi trabajo comprendía docencia e investigación en el tema de química cuántica. Esta temática era absolutamente novedosa en el Uruguay. Sólo dos personas, mi jefe y yo, trabajábamos en el tema. 
Además de una carga teórica importante de fisicoquímica, implicaba uso de computadoras, lo cual era novedoso.
Aparte de mi trabajo académico era delegado gremial de los docentes de la facultad y militaba en el incipiente Frente Amplio.
En 1971 enviamos los tres primeros trabajos de química cuántica que el Uruguay presentaba en un congreso internacional que ocurriría en Chile en 1972. A raíz de esto recibimos una carta de un profesor de la Universidad Nacional de San Luis, Carlos Ponce, desconocido para nosotros. Nos proponía afiliarnos a una sociedad latinoamericana de química teórica, que estaba en formación.


Cuando en 1974 escapamos de la dictadura uruguaya hacia Buenos Aires, me comuniqué con algunos contactos argentinos para buscar trabajo, en lo posible, en los temas en que estaba trabajando.
Paralelamente debíamos resolver nuestra situación de papeles ya que, si bien yo soy argentino, había entrado, por el apuro, como turista con documentos uruguayos. Mi última cédula argentina era de cuando tenía diez años. Para eso nos ayudó un abogado pero eso da para otro relato.

Aterrizamos en casa de mis cuñados, que nos alojaron generosamente mientras nos reubicábamos. Nos comunicamos con Carlos Ponce, con Manuel Sadosky (a quien había conocido en Montevideo) y con algún exiliado uruguayo que había llegado antes que nosotros.
Finalmente, optamos por las posibilidades que, gracias a Carlos, nos brindaba la universidad en San Luis.

Cuando llegué por primera vez a San Luis, para ver la concreción del trabajo en la universidad, me esperaba Carlos Ponce. Apareció manejando su auto, un Torino nuevo. Después de un rato de charla, yo me proponía buscar hotel, hasta ver una instalación mas definitiva. Inesperadamente, Carlos me da un llavero. Ante mi cara de sorpresa, me dijo que dispusiera de su auto para todo lo que necesitara. 

Los casi tres años que vivimos en la provincia nos llevaron a la rutina de ciudad chica. Los conocidos, colegas y alumnos son todos vecinos. El centro son unas pocas cuadras, la siesta es religiosa, la “vuelta al perro” también.
Con Carlos compartíamos trabajo y con su familia almuerzos y cenas con anécdotas y bromas, a veces en nuestra casa, a veces en la suya. Era muy bromista y, después de la comida y con gracia provinciana, solía repetir “tiremos una moneda; si cae de canto yo lavo los platos”.
Todo se complicó con el golpe de estado de 1976. Intervinieron la universidad y el ambiente se hacía insoportable.
Un día estábamos en la casa de los Ponce y nos dijeron que nos convenía irnos, que la hija de Carlos que vivía en La Plata había sido detenida por la represión, debido a su militancia.
Esto y otros sucesos de la época nos llevaron a preparar la renuncia en San Luis y volver a Buenos Aires.

En los años siguientes no tuvimos contacto con Carlos. Supe que, con la vuelta a la democracia, había decidido participar en política con el partido justicialista, su orientación de siempre. Desde muy joven fue peronista llegando a ocupar algún cargo provincial, vinculado a la acción social, cuando lo sacó de eso el golpe de estado de la autodenominada “revolución libertadora”.

Cuando volvió la democracia yo estaba trabajando en Buenos Aires, dedicado a la informática y la docencia. Un día se comunicó Carlos y me dijo que quería charlar. Nos juntamos a tomar café y me contó que había pensado en mí para coordinar encuestas sobre política en San Luis. Charlamos un par de veces pero la cosa era complicada. Él no tenía presupuesto para contratarme y yo debía atender mis obligaciones aquí. Estuvo de visita en casa y trajo de regalo dos muñecos para nuestras hijas. Ellas los bautizaron Carla y Carloncho, en homenaje a Carlos.

Por unos cuantos años no lo volvimos a ver. En abril de 1997 viajamos para que nuestras hijas conocieran San Luis, su lugar de nacimiento. Fuimos a la casa de Carlos en la ciudad. Nos atendió su hermano, que nos dijo que estaba en su casa del Potrero de los Funes, en las afueras. Fuimos hasta allí y los despertamos de la siesta a él y a su familia. Nos recibieron muy afectuosamente y merendamos con ellos, recordando viejos tiempos. Durante la conversación le pregunté a que se estaba dedicando. Yo suponía que a sus funciones en la Universidad. No era así. Me respondió “Soy el intendente de San Luis”. Quedamos todos asombrados y después de una larga tarde de charla nos despedimos con la gran alegría de habernos reunido.


Ambas familias, en Potrero de los Funes, San Luis, en 1997.

No volví a verlo. Pocos años después falleció. Es recordado como un gran intendente de esa época. De joven fue un funcionario brillante durante el primer peronismo, en los cincuenta ocupó el cargo de Secretario de la Dirección de Menores, fundando el Hogar Materno Infantil para Madres Solteras y la Colonia Hogar. Luego de la dictadura fue Ministro de Gobierno y Ministro de Educación de la provincia. Después intendente de la capital de la provincia. Sobre todo un buen tipo. 


Ana María la hija de Carlos está desaparecida por la dictadura. En 2011 la Presidencia de la Nación publicó un libro de poemas de Ana María. Fue prologado por Néstor Kirchner.


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