Especies

A una milla se divisan las imponentes montañas nevadas con los picos ocultos por nubes que el sol del atardecer tiñe de lila. Desde allí hasta aquí se extiende la inmensa pradera verde, matizada con algunos árboles. Más cerca de la casa, vemos la empalizada del corral. Dentro del cercado los animales están inquietos. Jeremy echa su sombrero hacia atrás y mira a Sunny, su caballo, que se ha quebrado una pata. El alazán, que lo acompaña hace años, resopla y relincha con ojos desorbitados por el dolor. Lentamente Jeremy desenfunda su Colt 45, el mismo de su duelo con Bill Blades, y dice:

—Debo matarlo para que no sufra más.

Dorothy aprieta el brazo del cowboy, se seca las lágrimas con un pañuelito de puntilla y exclama:

—¡No puedo mirarlo!

El estampido del disparo vuelve, a los pocos segundos, con el eco en la montaña. Sunny se va desplomando lentamente con su cabeza en un charco de sangre. Jeremy lo observa con lágrimas en los ojos y abraza a Dorothy que solloza.

 

María se da vuelta para no ver la pantalla. La escena le hace emitir una exclamación.

—¡No puedo soportarlo! La crueldad con los animales no es tolerable. Por eso soy vegana.

En el atardecer del domingo de primavera, mientras vemos el drama del Oeste en el televisor, comemos las exquisiteces que María preparó y trajo para la merienda.

De repente, asoma por debajo de un sillón una cucaracha de buen tamaño. Mueve alternadamente sus antenas y comienza a caminar. Para matarla debo tomarla de sorpresa; en caso contrario escapará. Le aviso a María para que no se asuste. Doy un salto y piso la cucaracha, que explota debajo de mi zapato. Cuando levanto el pie, queda expuesta una masa viscosa, con restos de patitas, que hace gritar a María.

—¡Que asco!

—Si, pero no hay otra forma. Ahora limpio.

—Y limpiáte la suela y laváte las manos.

—Obvio. A veces me pregunto porque nos preocupamos tanto en matar cucarachas y otros bichos.

—Porque son mugrientos y transmiten enfermedades.

—Las hormigas y las arañas no transmiten nada e igual las matamos.

—Porque pican y son venenosas.

—¿Y las orugas?

—Son un asco.

—¿Aunque sean de mariposas? Las mariposas nos gustan y no las matamos.

—Porque son hermosas y no hacen daño. Solo andan por las flores y polinizan las plantas.

—Hay avispas que también polinizan e igual las matamos. Las mariposas negras producen fuertes urticarias.

—Bueno, entonces matemos a las negras.

—O sea que el mismo tipo de animal puede ser asqueroso y lo matamos o adorable y lo admiramos según nos guste o convenga.

—Termina de limpiar eso, laváte las manos y no hables más pavadas. Vamos a terminar de ver la película.

 

María, tapándose los ojos con la mano, espía la pantalla entre sus dedos mientras mastica una masita. En la televisión comienza un intervalo publicitario. Anuncios de golosinas, insecticidas y campañas para salvar a los osos Panda. Aprovecho para comentar algo que había leído.

 

—María ¿Sabías que los insectos corren peligro de extinción? Al ritmo actual la mayoría desaparecerían al fin de este siglo.

—No sabía, pero no veo porque me tiene que preocupar que no haya más bichos

—Es que sin insectos la humanidad estará frita. Son fundamentales para toda la vida del planeta, entre otras, la de los humanos. Además, vos estas contra la crueldad con los animales.

—Pero son bichos no verdaderos animales. ¿Para que precisamos el bicherío?

—Todos somos animales, incluyendo los insectos. Sin abejas, sin polinización se vienen en picada los cultivos. Sin las larvas no se procesan los deshechos. Muchas especies se alimentan de insectos. Sería una catástrofe. Todo esto es por el desmonte, los agrotóxicos y los insecticidas. No entiendo por que no hay campañas para salvar a los insectos de la extinción.

—Tenés cada idea. ¡Salvar a los insectos!

—¿No me escuchaste lo que te expliqué? Si sos vegana esto debería preocuparte.

—No creo que sea para tanto. ¿Probaste los bizcochitos de coco que hice? Te hice un te con jengibre. Comé, así guardo todo porque las moscas están insoportables y voy a poner insecticida.