A partir de la tecnología de los chips cerebrales, desarrollada en la segunda mitad del siglo XXI, se avanzó mucho. Con todas las soluciones para deficiencias neurológicas y aplicaciones diversas se intensificó la investigación que conduciría a decodificar totalmente la información cerebral y lograr su manejo informático.
El que finalmente lo logró fue el profesor Ferdinand Spielzeug, de la Universidad de Baviera Central. Este distinguido científico trabajó durante décadas en este área de investigación. Le resultó de mucha ayuda el trabajo de comparación de los códigos cerebrales en hermanos gemelos. Esa investigación le fue inspirada por los trabajos de su célebre antepasado, Josef Mengele. Este había trabajado mucho sobre los hermanos gemelos. Sus trabajos fueron repudiados por la mayoría de las personas de aquella época y se le condenó por crímenes contra la humanidad.
Volviendo al trabajo del doctor Spielzeug, finalmente, los impulsos eléctricos del cerebro se pudieron transformar en registros binarios informáticos. Este descomunal avance de la ciencia, combinado con la inteligencia artificial, potenció herramientas que habían sido difíciles de imaginar. Por primera vez se había logrado volcar toda la información de un cerebro en un soporte informático controlado por una computadora. Una vez logrado esto, con la inteligencia artificial, se podía convertir esa información cruda en versiones traducidas automáticamente a distintos idiomas. Las imágenes, ya sea quietas o en movimiento, se podía representar en las pantallas de los dispositivos informáticos. Ya no había pensamientos secretos.
Las consecuencias tecnológicas de estos avances científicos condujeron al desarrollo de copias de resguardo o backup del contenido de información de un cerebro. Esto permitía, aparte del análisis del contenido de informático de ese cerebro, transferir esa información. Así se lograron las transferencias de información ida y vuelta entre cerebros y dispositivos. Como consecuencia también se logró grabar el contenido de un cerebro en otro u otros. Las palabras cerebro e información se convirtieron en términos intercambiables.
Estos desarrollos, que abrieron inmensas posibilidades, tal vez han sido una «Caja de Pandora». Las aplicaciones médicas derivaron rápidamente en usos non sanctos. Los ejércitos y las mafias pudieron replicar en sus tropas cerebros criminales. Por otro lado, cualquier tonto con un poco de dinero se hacía cargar el cerebro con el contenido informático de algun genio a elección. La justicia ordenaba editar y corregir los cerebros delictivos. Al progresar esta tecnología las personas corrían riesgo de ser reprogramadas de forma remota. Hubo una gran cantidad de casos abominables. Como toda tecnología, comienza siendo relativamente exclusiva pero luego se populariza y cae en manos de gente con pocos escrúpulos.
Entre las consecuencias que podemos recordar está el de una señora a la que unos bromistas le copiaron de forma remota el cerebro de un jugador de fútbol. La familia no podía creer los penales que tiraba esa mujer. A un camionero le copiaron el cerebro de una niña y se puso a llorar en un semáforo. Se comenzaron a crear y vender tecnologías para proteger el cerebro propio contra las copias. Cualquiera podía llegar a ser intrusado con la copia del cerebro de otro con consecuencias impredecible. Se organizaron brigadas anti-copia de cerebros que prendían fuego a los dispositivos de forma indiscriminada.
El conocimiento pasó a ser una simple mercancía más. Según el precio podía conseguirse un cerebro genial o uno mediocre. Con la misma facilidad se hackeaba un cerebro y su dueño pasaba a ser otro. La personalidad y la identidad se convirtieron en cosas del pasado. El problema es que uno no podía saber si estaba utilizando el mismo cerebro del día anterior. Las confusiones fueron catastróficas. De hecho, no estoy seguro de quien es el propietario original del cerebro que estoy usando.
