—Hace más de dos días que no tenemos ningún desastre para anunciar. Ni crimen ni accidente. Ya me llamaron los anunciantes. Si no subimos el rating nos retiran la publicidad y nos quedamos en la calle.
Preocupado, le pregunté:
—¿Qué podemos hacer?
— No sé. Si no hay noticias, genérenlas— y dio un portazo.
Nos reunimos a pensar. Todas las ideas de producir desastres implicaban delitos penales graves. La disyuntiva parecía ser delinquir o perder el empleo. Al gerente solo le satisfacen muertes, asaltos, violaciones. Los anunciantes y el gerente vivían pendientes del rating. Pero nada de esto lo podemos crear los periodistas.
Discutimos largo rato. Hice café y abrí un paquete de bizcochos. Analizamos múltiples alternativas. Finalmente Andrés, en voz baja dijo:
—Si no nos queda otra posibilidad que delinquir pensemos en que el beneficio no sea solo mantener el sueldo.
—No entiendo— respondimos varios, casi a coro.
Pasaron unos segundos eternos. Esperábamos la explicación de Andrés. Tomó un sorbo de café y aclaró:
—Me refiero a librarnos del gerente.
Se produjo un largo silencio, solo interrumpido por los suspiros.