La tarde languidecía y dentro del bar crecían las sombras. El tipo tomó un sorbito de café entrecerrando los ojos y habló mientras sus compañeros de mesa escuchaban con la mirada perdida entre bostezos.
—Así es mi amigo. En mi vida he tenido muchos problemas pero siempre los he sorteado. Al principio ganaron el sorteo mis viejos, luego mi mujer y, cuando me fue mejor, mis empleados.
Alguien en la mesa pidió la cuenta.
