Con este vehículo viajamos de vacaciones, fuimos varias veces a la costa uruguaya y yo lo usaba para ir a trabajar. A lo largo de una década y media tuvo mínimos problemas. Cuando tenía necesidad de recurrir a un taller iba a uno que estaba a pocas cuadras de mi casa, en el barrio de Flores, el barrio del Angel Gris.
En el taller me atendía un señor de mi edad junto con su hijo. Ambos excelentes personas que además de solucionar los problemas del auto tenían un muy buen trato y una conversación sumamente entretenida.
El dueño del taller se llamaba Jesus. Cuando yo llegaba solía decir "Llegó la escudería Dacia". Mientras yo esperaba charlabamos de los mas diversos temas. El había trabajado en centros de cómputos, como yo. Su hobby eran los teléfonos antiguos.
Una de las últimas veces que lo vi fue a causa de un robo. En esa época yo estacionaba el Dacia en la calle y una noche me robaron la batería. Llamé a Jesús y al poco rato se apareció con una batería en una carretilla y me la instaló en el coche. Cada tanto paso por el local donde tuvo el taller, frente a la vía del ferrocarril y recuerdo aquellos tiempos.
Mis amigos y parentela se reían porque, aunque somos una familia de judíos agnósticos, cuando tenía un problema con el auto yo decía "Jesus me salvará".
