Como una sutil revancha decidí intervenir alguno de los cuentos que escuché en mi infancia.
Aladino y la lampara maravillosa
Aladino frotó la lámpara repetidas veces. El genio no aparecía. Solo se escuchaba un leve murmullo. Aladino prestó más atención al sonido y pudo entender algo.
—Disculpe, estamos actualizando el genio. Puede tardar unos minutos.
Caperucita Roja
Caperucita recorría el bosque con mucha atención, prevenida del lobo. Cuando llegó a la casa de la abuela la encontró en la cama. Le hizo las consabidas preguntas sobre los ojos, la nariz y la boca. El lobo le contestó
—Para comerte mejor— y saltó sobre Caperucita.
Ella le respondió
—Pero eres un ciervo, tu no comes personas.
—Me pidió el lobo que viniera porque él estaba con problemas digestivos.
Alí Babá y los cuarenta ladrones
Alí Babá llegó a la entrada de la cueva obturada por una enorme roca. Y dijo las palabras consabidas
—Sésamo ábrete.
Desde adentro se oyó
—Demuestra que no eres un robot repitiendo la frase que te diré.
Blancanieves
Parece que el enviado de la madre de Blancanieves les vendió Blancanieves a los enanos como mucama. A decir verdad, limpiaba bastante mal y los enanos se la vendieron a un príncipe que abusó de ella.
Hansel y Gretel
La vieja bruja del bosque controlaba el engorde de Hansel, enjaulado con vistas a comérselo. Una noche Gretel, con un martillo, le partió la cabeza a la vieja y liberó a Hansel. Muertos de hambre se dieron un festín de carne asada, un poco dura dada la añosidad de la vieja.