La angustia y la ansiedad me estaban carcomiendo. Hacía días que venia masticando una decision. Preparé el mate como siempre, a la uruguaya. Con un "copito" de yerba en un costado. Por suerte, conseguí yerba sin palo. Agregué lentamente un poquito de agua tibia para que se hinche la yerba. Luego clavé la bombilla y comencé a cebar. Sobre la mesa estaba la pistola.
Volví a repasar en mi cabeza todos los aspectos de la situación. Lo había hecho una y otra vez y siempre llegaba a la misma conclusión. Había llegado a mi límite.
Empuñé la pistola una y otra vez, ensayando frente al espejo con el mismo resultado. No estaba convencido y así no lo lograría.
Finalmente, frente a mi incapacidad, decidí terminar con todo de una buena vez. No podía seguir tolerando la tensión de no poder hacerlo.
No me daba el coraje para decírselo a Claudia. Le iba a comunicar mi decisión final a Carlos, que era amigo y me entendería. Con la pistola aún en mi mano lo llamé para contarle. Su respuesta fue fulminante:
—Dejáte de joder. Sos un buen actor, tenés estudiado el papel y no puedo aceptar que renuncies justo ahora. Tenemos todo listo para estrenar el lunes. Vení a tomar un cafe y charlamos. Traé la pistola y repasamos el ensayo juntos.