No es que mi madre y mis padres —el biológico y el adoptivo— fueran muy pobres. Tenían algunas posesiones materiales. Aunque la legislación prevé como deben repartirse las herencias sucede que los deudos que están más cerca, a menudo, logran maniobrar para tener una tajada mayor, generalmente gestionada en vida de los difuntos.
Pero no crean que no heredé nada material. Paso a relatar, en primer lugar, la herencia de mi madre. Ella fue una diosa para mi hasta que llegué a la adolescencia. Luego entramos en conflictos y distanciamientos que no vienen al caso para este relato. De todos modos, una vez me envió un obsequio, con su dedicatoria, que aún conservo. Se trata de un libro que ella trajo consigo de Berlín en su huida de los nazis para salvar la vida. Es una obra de poesías de Hermann Hesse titulada "Música del solitario". Aquí van unas fotos del libro.
Con mi padre biológico solo conviví el primer año de mi vida y, por supuesto, no tengo recuerdos de esa etapa. Al morir él, no me quedaron herencias materiales.
Pero hechos asombrosos me hicieron llegar un libro que le perteneció. Mi hermano, cuando era muy joven, tuvo una novia norteamericana que quedó embarazada. Se dejaron de ver y el niño fue adoptado por el esposo de esa mujer. Mi hermano murió ya hace unos cuantos años.
Medio siglo después, este hijo —ya un hombre maduro— accede a esa información y logra comunicarse conmigo. Pasamos a intercambiarnos información por correo electrónico. El es norteamericano y vive en París hace unos años, por cuestiones de trabajo.
De forma imprevista, un día me llega una encomienda enviada por este nuevo sobrino.
Se trataba de un libro firmado por mi padre en 1929. Es un libro de medicina —él era médico— de sus épocas de estudiante en Berlín. Mi sobrino lo recuperó, probando su parentesco, de la Biblioteca Central de Berlín. Allí guardan, hasta que alguien las reclame, obras que fueron expropiadas por los nazis.
El que tenga curiosidad puede ver una semblanza de mi padre en una página de esa biblioteca:
Aquí una imagen de esa página web, traducida por el traductor automático de Google.
El mundo es muy raro. Los descendientes de los alemanes que expropiaron todos los bienes, que mataron millones, devuelven algunos libros a los descendientes. Además, la nueva generación incuba un partido neonazi. Todo difícil de digerir.
Mi viejo —mi padre adoptivo— era uruguayo, buen tipo y tenor lírico. Trabajó en el SODRE en Uruguay y en el Teatro Colón en Buenos Aires. Tenía solo instrucción básica pero era autodidacta y lector ávido. Cantó zarzuela y ópera como solista. También aprendió a tocar la guitarra con Abel Carlevaro (un prócer uruguayo de la guitarra) y tenía nivel de concertista.
De él me quedó un libro que pude conservar desde siempre. Es un conjunto de tres obras teatrales de Albert Camus. He releído muchas veces desde mi adolescencia una de las tres. Se trata de "Estado de Sitio", una metáfora surrealista sobre la misma temática de "La Peste", las ocupaciones, las dictaduras.
Herencias materiales no recibí más. Mas allá de este relato, heredé el ADN que me tocó en el sorteo mundial. Y tantas historias que me desbordan la memoria.