Íbamos en el auto por una avenida muy transitada. De repente, de la nada, sobre el vidrio del parabrisas, del lado de afuera, apareció una tarántula.
Las niñas comenzaron a gritar y yo traté de mantener la calma. Aceleré la marcha y accioné el limpia parabrisas. La araña desapareció de nuestra vista. Pensamos que, habiendo aumentado la velocidad, la corriente de aire la habría barrido del auto.
Unos cientos de metros mas adelante las niñas volvieron a gritar, mas fuerte que antes.
Pregunté que pasaba y me dijeron que la tarantula reapareció por el vidrio trasero del coche. Aparentemente se habría desplazado por el exterior del auto fuera de nuestra visión.
Decidí recurrir a una solución extrema. Detuve al coche en medio del tránsito y bajé a la calzada. Me dirigí a la parte trasera del auto, donde estaba la araña, y me saqué una zapatilla para aplastar la tarantula.
Comencé a golpearla para matarla y sacarla de allí. Inmediatamente se detuvo otro automovilista. Descendió de su coche con cara de asombro y, viendo mi actitud, me preguntó si me sentía bien y por que le pegaba al auto.
Le expliqué lo de la tarántula, de la que ya no quedaban ni vestigios. Mi miró con cierta pena y cara de incredulidad. Se retiró prudentemente. Supongo que se puso a resguardo de mi, pensando que estaba chiflado, y se fue con su auto.
Cuando ingresé de nuevo a nuestro coche, las niñas estaban muertas de risa.
