Los individuos que podrían saber algo deberían tener, con seguridad, cincuenta o mas años, ya que esto ocurrió durante la última dictadura. El enano era de un circo ruso que visitaba la ciudad.
Recorrí bares y quioscos buscando gente que me pudiera contar algo sobre el tema. Lo que encontré fueron historias leídas en la prensa o comentarios del estilo de “me contaron”, “creo que”, “algo escuché” o similares. La información no superaba la que ya había encontrado por Internet. Algunos me mandaban a hablar con algún otro vecino, pero no agregaban nada nuevo. Tras muchos días, no había conseguido gran información.
Cuando ya estaba por abandonar, el dueño de un puesto de diarios me dijo:
—Vaya al bar La Farmacia, en Directorio, y pregunte por el ruso Salzman.
—¿Me está cargando? Ese es el nombre de un personaje de ficción.
—Hágame caso. Lo podrá encontrar a la noche.
Aunque me parecía ser victima de una broma de mal gusto, no pude resistir la tentación y esa noche fui al bar indicado.
Pedí un café mientras miraba un poco alrededor. Cada tanto levantaba la vista y recorría el mostrador, la abundante carpintería de época, las paredes y las estanterías. En un rincón, la réplica de la cabeza sonriente de Geniol, llena de clavos y tornillos, parecía reírse de mí. Observé los tarros de porcelana y los frascos color caramelo, con tapón de vidrio esmerilado, recuerdos de cuando el local era la farmacia Santa Elena. Repasé las etiquetas con nombres de sustancias que me hacen recordar mis épocas de estudiante de química. Colgados del techo unos viejos faroles Sol de Noche me trajeron a la memoria los campamentos de esa misma época de estudiante.
Cuando vinieron a cobrar, traté de superar mi sensación de ridículo y comenté al mozo:
—Me dijeron que preguntara aquí por el ruso Salzman. Sin responder, fue a hablar con el tipo del mostrador.
Ya me preparaba para la risa y la tomada de pelo cuando se acercó a la mesa un hombre. Parecía de unos cuarenta años, por lo que no conoció la dictadura. Me pareció difícil que alguien que no había estado en la época de los hechos supiera algo útil. Se sentó a la mesa y me dijo:
—¿Quien le dijo que preguntara por el ruso Salzman?
Le conté del vendedor de diarios y me respondió:
—¿Conoce el pasaje Salala, al lado de la catedral de Flores?
—Si.
—Vaya a la entrada del pasaje por la calle Falcón a las dos de la madrugada.
Pensé que era otra tramoya para hacerme una broma. Le dije:
—Pero a la noche cierran con llave las rejas de los pasajes.
—Haga como le dije. Alguien se va a acercar desde adentro del pasaje. Dígale la contraseña “Maya Plisetskaya”.
—¿La bailarina?
Se retiró de la mesa sin contestarme.
Para hacer tiempo fui a la última función de una película de espías en el cine Rivera Indarte, a la vuelta de la catedral. Compré un baldecito de pochoclo y me senté en la butaca. Tenía mucho sueño y cabeceaba, comiendo de a poco y mirando la película que era malísima.
Después del cine me arrimé a la reja del pasaje y una sombra encapuchada se acercó y preguntó:
—¿Contraseña?
Contesté tratando de superar mi sensación de ridículo.
—Maya Plisetskaya.
—Le voy a abrir.
El encapuchado abrió la reja con la llave, dejando ver el reflejo de un cuchillo. Me hizo pasar, mientras decía:
—Para seguir adelante le tengo que vendar los ojos ¿Acepta? Si no quiere, puede irse. No se haga el vivo si no quiere que mañana lo recojan los basureros.
Ya con la venda me hizo caminar y entramos en una puerta. Recorrimos diversos corredores y luego bajamos unas escaleras. Mi acompañante me guiaba amablemente tomándome del brazo.
Finalmente nos detuvimos y me ayudó a sentarme. Luego me retiraron la venda de los ojos. Delante mío había una mesa con una luz intensa que me alumbraba en la cara impidiéndome ver a la persona que estaba sentada del otro lado, detrás de la lámpara.
Escuché murmullos en lo que parecía ser un idioma eslavo, ruso tal vez.
Después de un par de minutos el interlocutor oculto por la lámpara dijo:
—Buenas noches. Mi nombre de guerra es Igor. ¿Por qué llegó hasta aquí?
Le expliqué lo del concurso, el quiosquero y el bar. Se produjo un largo silencio. Finalmente suspiró y comenzó a hablar pausadamente.
—Es raro lo suyo. Aquí la gente, en general, llega por cuestiones operativas. De todos modos, trataré de satisfacer su curiosidad sin comprometer nuestra organización.
—Gracias— le contesté.
—Mire, para empezar, el enano vampiro nunca existió.
—Pero... ¿y entonces?
—Paciencia, le voy a explicar. En la época que el circo anduvo por aquí, yo tenía once años. Mi padre trabajaba como equilibrista y acróbata. Hacía poco, en Europa, había muerto uno de los enanos. Papá me entrenó para andar con las piernas flexionadas, unos pantalones muy anchos y ropa rellenada con algodón, lo que me hacía simular un enano.
—¿Usted era el enano?
—Sí, pero el resto de la historia es más complicada. ¿Ud. sabe algo de la política de esa época?
—Un poco, más o menos.
Igor puso sobre la mesa una insignia metálica esmaltada con forma de escudo, como las de la policía, y me la mostró. Tenía una estrella roja de cinco puntas. Dentro de la estrella una hoz y un martillo. Por detrás de la estrella una espada. Había una leyenda de tres letras: КГБ. Le dije que no conocía ese tipo de escritura. Me contestó:
—Es ruso y dice KGB.
—Ah... Pero no entiendo la relación con la historia del enano vampiro.
—Poco a poco.
Igor me explicó que ellos eran una célula del PRP-FR o Fracción Roja, que se escindió del partido en el trigésimo tercer congreso. La fracción burócrata, el PRP-FA, se quedó con la dirección del partido. El padre de Igor era agente secreto y trabajaba encubierto en el circo.
La fracción amarilla —el PRP-FA— estaba en buenas relaciones con el gobierno militar. En esas circunstancias, el padre de Igor pasó a la clandestinidad. Los cirqueros inventaron la historia del enano vampiro para cubrir la ausencia de Igor y su padre. También quisieron despegarse de los problemas políticos. Rápidamente levantaron el campamento y partieron. Quedó el mito urbano.
Ya entusiasmado, Igor me explicó que tenían células en todos los barrios de todas las grandes capitales del mundo y se estaban preparando en las sombras para la toma del poder. Las ciudades estaban llenas de agentes en todos los rubros. Había taxistas, médicos, mozos, pizzeros y gente de todo tipo de actividades. El PRP-FR se estaba propagando de forma viral y mucha gente no se percataba, dado el carácter secreto de sus agentes.
A esa altura me atreví a plantear una duda.
—No entiendo como vine yo a parar aquí.
—Usted, con todo respeto, es un perejil. Se metió donde nadie lo llamaba. De todos modos, si le interesa, lo podemos incorporar como periférico y puede entrar en nuestros programas de capacitación.
—¿En qué me capacitaría?
—En principio debería actualizarse en geopolítica, antes de ingresar al entrenamiento operativo.
Luego Igor me dio una charla sobre los bloques de poder mundial, los poderes ocultos como el grupo Bilderberg, el CFR, el Instituto Tavistock y la nobleza negra, además de la Comisión Trilateral y el Club de Roma. También me explicó someramente las estrategias de infiltración y el programa de gobierno.
—¿Qué le parece?—preguntó Igor.
—Lo tendría que pensar.
—Bien. No puede mencionar el contenido de esta reunión. Para salir lo vamos a dormir con un sedante suave. Lo dejaremos sentado en un lugar público.
Me desperté en una butaca del cine, solo y en penumbras. Todavía me quedaba pochoclo en el baldecito. Comí el resto y en el fondo estaba la insignia. Salí de la sala y encontré una mujer que estaba limpiando el hall. Me saludó con una sonrisa. Me contó que el acomodador me vio profundamente dormido cuando terminó la última función, después de la una de la madrugada. Le dio pena molestarme y me despabilé con las primeras luces del día. Le mostré la insignia a la limpiadora y le pregunté si había visto alguna parecida. Sonrió y me respondió que iban de regalo en los baldecitos de pochoclo. Eran las siete. Había quedado en desayunar con mi hijo a las ocho en la esquina, en el bar San José.
Durante el desayuno le conté lo que me había pasado. Me dijo:
—¿Viste? Es como dice Dolina. Los sueños son mejores en Flores.
De: Concurso Literario GCBA <concursoliterariogcba@gmail.com> Enviado: miércoles, 4 de septiembre de 2019 Asunto: ¡Felicitaciones! -Invitación especial. Estimado/a: Tu obra ha sido seleccionada para ser publicada en la antología "Mitos y leyendas urbanas de Buenos Aires” ¡Felicitaciones! Adjuntamos una invitación para festejar juntos. ¡Cordiales saludos! Equipo organizador |