El tiempo transcurría apaciblemente y no teníamos mayores inconvenientes en nuestra vida cotidiana. Una sensación de libertad invadía nuestra existencia. Los jóvenes nos dedicábamos preferentemente a entretenimientos y a cuestiones artesanales o a charlar.
El almuerzo de
los domingos era la oportunidad del encuentro familiar. Padres, tíos, hermanos y primos solíamos
participar de esas placenteras conversaciones disfrutando de los deliciosos platos caseros.
Mientras se iba poblando el
comedor en la cocina había mucha actividad. Mi madre
estaba preparando unos ricos ravioles de pollo y verdura. La familia ya se
estaba reuniendo alrededor de la gran mesa mientras yo cumplía con la tarea de
rallar queso. Al mismo tiempo que hacía el tuco para los ravioles,
—Cuando
empezaron a utilizarse mucho los teléfonos celulares, los más jóvenes dejamos
de usar los relojes de pulsera. Al principio las pantallas de inicio de los
teléfonos presentaban la hora en su centro, con números grandes. Con el paso
del tiempo, la hora pasó a estar sólo en el borde superior, con números
pequeños. En esa época los niños ya no conocían los relojes analógicos, con
agujas. Quedaban solamente algunos en construcciones de patrimonio histórico.
Frente a esos antiguos edificios los más chicos preguntaban qué era «esa cosa
redonda con números» que estaba arriba.
En la cocina, mientras elaboraban la pasta,
la conversación giraba sobre temas familiares. Padres e hijos, noviazgos o
cuestiones de salud. Mientras ellas cocinaban anduve rondando la cacerola del
tuco, esperando la oportunidad de mojar un trozo de pan. Mi madre me advirtió, mientras me observaba de
reojo.
—¡Ojo
Pepe; que te estoy mirando!
El tema de la evolución tecnológica y el
progreso siempre interesó mucho a nuestra familia y a mí en particular. En los
almuerzos era mi tío Quique, ingeniero jubilado, el que más información
aportaba. Cuando mi tía Rosa se cansaba de esa monotemática interrumpía con un
ofrecimiento de comida, bebida o postre. Mis primos intercambiaban sus
comentarios, algunos sobre los resultados del futbol y otros chismorreaban y se
reían, sin contarnos los motivos.
Ese día, siguiendo con el tema que inició la abuela, mi tío contaba sobre el
origen de la medición del tiempo y los diversos tipos de relojes que han
existido a lo largo de la historia. Su interés por la tecnología se
complementaba con su afán coleccionista. La tía se refería a su colección de
relojes como los «cachivaches» del tío. Estos comentarios no le hacían mella;
eran como un juego entre el tío y su mujer.
Comenzamos a almorzar, como siempre, con un
brindis por la salud de todos los integrantes de la familia. Algunos agregaron
un brindis por los triunfos de sus equipos favoritos. Ese día Quique relataba, entre
bocado y bocado, mientras comíamos los ravioles con tuco.
—Se hicieron
muchos estudios acerca de la influencia de los relojes sobre la gente y la
conveniencia o no de su uso. Los estudios mostraron que, con el correr de los
años, se había aumentado la ansiedad con la consulta frecuente del tiempo. La obsesión
por la productividad del trabajo y la tiranía de los horarios, tanto en los
empleos como en las diversiones, hicieron que cantidades crecientes de personas
tuvieran severos desórdenes mentales y sus correspondientes síntomas
físicos.
A lo anterior, la tía agregó otros datos.
—Desde mitad de
siglo se desalentó el uso de cualquier tipo de reloj. Se llegó a producir
publicidad que desaconsejaba la consulta frecuente de la hora. Se volvió a usar
como indicadores del tiempo diario el amanecer, el mediodía, el atardecer. Por
supuesto se mantuvieron los calendarios, como siempre, para recordar feriados,
cumpleaños y fechas patrias de
Sonrieron
con la acotación de la tía y Quique retomó su relato.
—Pero,
obviamente, el tiempo no desapareció; solo quedó implícito en la tecnología.
Ahora los automatismos y la robótica funcionan con absoluta precisión de
tiempo. Estos son los nuevos esclavos de sus relojes internos, ocultos. Las
personas se han liberado de los horarios. Ahora la producción y la
administración están automatizadas. Las computadoras manejan esos aspectos. La
locura de la productividad de la mano de obra ya pasó. Ahora la productividad
está en los robots, los automatismos y la inteligencia artificial. Esta
productividad ya no está atada al lucro de empresarios sino a una mayor
eficiencia en el funcionamiento de las instituciones. Esto ha cambiado mucho la
organización de la sociedad y nuestros puntos de vista.
Yo solía escuchar estas conversaciones, sin
intervenir demasiado. Aunque soy muy joven, ya tengo bastante conocimiento de
cómo funciona el sistema social y político. Ya sabía que el gobierno está
ejercido por
Los grandes cambios fueron hechos por
Los pocos que trabajan lo hacen por placer.
Están en sectores de ingeniería, inteligencia artificial o gobierno. Son
entusiastas de su trabajo y, aunque ya no se usa el dinero, reciben importantes
retribuciones en materia de bienestar y comodidades. Todas esas actividades
estratégicas se desarrollan en las Zonas Centrales. A los que viven allí les
gusta una vida organizada, prolija y productiva. Dedican su vida a la ciencia,
la tecnología o el «management».
.
La gran mayoría vivimos en los Campos Libres.
Aquí hay muchos artistas, artesanos y agricultores. Los jubilados, en general,
prefieren vivir en los Campos. La vida es tranquila y placentera. No hay que
ocuparse de ganar el sustento. Como la historia demostró que los conflictos
suelen ser por la apropiación y acumulación de los recursos materiales, la
mayoría de los bienes y servicios son de acceso libre pero está prohibida la
acumulación y la herencia. Cada uno se dedica a lo que más le gusta. También
hay mucha gente que prefiere una vida contemplativa. A éstos antes los llamaban
«vagos» pero este apelativo se abandonó por ofensivo. Las regulaciones son
pocas. Las prohibiciones son mínimas.
El sistema se autorregula por medio de una
tecnología asombrosa: el chip de servicios del sistema «SystemServices», insertado bajo la piel. La gente
lo llama el chip SS, el chip o el SS a secas. Se coloca al nacer, detrás de la
oreja izquierda. Este chip tiene una multiplicidad creciente de funciones;
recopila nuestros pensamientos y costumbres así como preferencias y permite el
diagnóstico de salud, tanto física como psíquica, en forma preventiva. Como
también se relevan las intenciones de la población se pueden tomar decisiones
anticipadas que eviten conflictos o desbordes sociales.
Quique continuó con sus explicaciones.
—Hoy gobiernan las
estadísticas, los algoritmos y la inteligencia artificial. Las normas las
preparan los analistas en base a los relevamientos de información de los SS,
estadísticas y criterios de bienestar de la gente y seguridad de
Yo había leído la historia y sabía que la
organización institucional ha abandonado los antiguos tres poderes
republicanos. Ahora, las elecciones son
innecesarias. El poder esta distribuido en toda la población, que incide a
través de los permanentes relevamientos de opinión, vía los SS. La prevención,
por medio de los SS, ha vuelto innecesarios a la policía y a la justicia, ya
que las correcciones de conductas antisociales se realizan en forma anticipada
a través de los SS.
Por supuesto, se ha eliminado el dinero, la
moneda y las herencias, que antiguamente eran los
principales medios de acumulación del patrimonio. El trueque no está regulado
pero si la acumulación de bienes. Las viviendas no son propias, son de
Las normas están escritas y son públicas. Yo
se que las personas siempre necesitaron un orden, una organización básica en
algunos rubros, que brinden previsibilidad. También se necesitan sucesos
inesperados, que ofrezcan novedades imprevistas, la sal de la vida. Así,
algoritmos y azar son los dos componentes que
Por otro lado, no hay limitaciones culturales,
el conocimiento, el arte, las creencias son
totalmente libres y accesibles para todos. Uno es responsable de sus actos, no
de sus pensamientos. Esto no implica una libertad absoluta. Cuando nuestra
mente toma el rumbo hacia ideas perjudiciales para el conjunto de la sociedad,
a través del chip SS llegan advertencias. Si se persiste, las advertencias se
transforman en correctivos de forma lenta, progresiva y humanitaria.
Ese día, después de los ravioles y el postre,
la mesa familiar volvió a la tecnología y el progreso, los temas de siempre. Pero
esa vez, me atreví a hablar.
—¿Ustedes no
creen que nos estén robotizando, que nos estemos deshumanizando?
Se produjo un prolongado silencio. Quique me
respondió.
—Mira Pepe, tu
sabes que el concepto de “lo humano» es cultural y ha ido variando a lo largo
de la historia. También conoces la normativa de
Contesté preocupado por la advertencia del
tío Quique y las que podrían sobrevenir del SS.
—Si y reconozco
los grandes avances en bienestar. Pero no alcanza. Además, no hay delitos de
creencia, no están normados los pensamientos. Las normas se refieren a
acciones. Les hago una pregunta: ¿Alguien sabe por qué hay tantos suicidios?
En ese momento intervino la tía Rosa.
—No sé. Parece
que hay algo que no se ha podido detectar y relevar. Hay, en alguna gente,
sobre todo jóvenes, una insatisfacción mas allá de lo que se puede ver. Tal
vez, el hecho de que esté todo tan resuelto les quita incentivos. Veo en muchos
jóvenes una expresión triste. Pero ¿Por qué no le dejamos estos temas a los de
Quique se sirvió vino y retomó la palabra de
forma parsimoniosa.
—Está claro que
no hay delitos de creencia o de opinión, pero también es cierto que a través de
los SS se supervisa y previene. Por eso no conviene dar una impresión
equivocada. Brindemos por el bienestar que hemos logrado gracias al progreso
científico y tecnológico.
Decidido a profundizar esa conversación continué,
tratando de expresarme con cuidado.
—Muchos jóvenes
quieren analizar y discutir otras opciones para el futuro de la sociedad. Los
de
Mientras terminaba de hablar sentí un casi
imperceptible zumbido en mi cabeza, del lado donde tenía implantado el chip SS.
Quique intervino, interrumpiendo mi exposición y sacudiendo su cabeza de lado,
como negando.
—No, no, no. Ese no es un
buen camino. Los sensores
detectan las maniobras. Si se arriesgan a cometer algún delito contra el
Sistema., pueden quedar en la mira de la
inteligencia artificial y los algoritmos. Creo que no deben arriesgarse a ser malinterpretados. No tomes a mal lo que
te digo respecto a cuidarte. Es por tu propio bien.
Poco a poco, el resto de la parentela comenzó
a cuchichear subiendo el tono del murmullo de fondo. Mientras hablaba Quique,
el que sacudía la cabeza era yo. Cuando terminó de hablar el silencio fue más
prolongado que el anterior. Solo algún suspiro y los ruidos de los cubiertos y
las copas poblaban el espeso silencio. Golpeando una copa con la cucharita, la
tía interrumpió.
—¿Todos toman
café?