El comisario nos llamó a su oficina para comentar algunas cosas del trabajo. Mientras tanto, el oficial de guardia supervisaba la ambulancia y la preparación del «paquete». El jefe nos convidó con café y reiteró, por enésima vez, las pautas de nuestra tarea. Matizaba la conversación con algunos chistes sobre esposas infieles. Según él, las mujeres debían tener pena de muerte por su traición. Luego, sus carcajadas se tornaban en irritación. Se ponía colorado y daba miedo. Cuando volvimos al garaje el oficial dijo:
—Todo listo. Buen viaje.
Salimos de la comisaría con la ambulancia a medianoche, como siempre. Íbamos a entregar un cadáver en el cuartel. Pusimos la radio para escuchar las últimas noticias y distraernos. Todo Buenos Aires estaba pendiente del mundial de fútbol 1978. Al rato de andar Nelson, el uruguayo, propuso estacionar la ambulancia y comernos una pizza.
Dudando dije:
—Pero… ¿Y el finado?
Sonriendo respondió:
—No come y tampoco se va a escapar. No pasa nada.
Accedí a regañadientes. Nelson estacionó la ambulancia.
Miré para atrás para ver si estaba todo en orden. Sonrió y me dijo:
—¿El fiambre no se escapó? Tranquilo... el muerto no te va a denunciar.
Yo también tenía hambre, así que comí con entusiasmo.
Una vez más Nelson habló de la cerveza uruguaya, de la rambla y el Carnaval de Montevideo. También charlamos sobre el campeonato mundial y la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Cuando volvimos a la ambulancia abrí la puerta trasera para controlar.
Nelson socarronamente dijo:
—¿No se escapó, no…?
—Hay algo raro— le dije.
—¿Qué cosa?
—Nos cambiaron el cadáver.
—Me estás jodiendo.
—No, mirá. Asoma una mano con las uñas pintadas.
—Pero el remito dice que es un tipo.
—Por eso te digo.
Nelson verificó que era una mujer y luego dijo:
—¿Cómo puede ser?
—No sé, pero ¿Qué hacemos?
—Y… la llevamos igual.
—Pero no nos va a coincidir el sexo en la planilla.
Cuando llegamos al cuartel, nos recibió el sargento Laparca, como siempre. Bajó la bolsa, firmó el remito y dijo:—¿Vos creés que alguien se va a fijar? ¡Seguro que la dejaron irreconocible! En el cuartel la queman y asunto resuelto.
—Bueno. Una vez que logremos la firma en el remito volvemos y nos olvidamos del asunto. Nuestro trabajo no incluye hacer averiguaciones.
—Bueno… éste entra en la tanda de quema de la mañana. ¿Quieren un mate?
Después del mate y un poco de charla de fútbol volvimos a la comisaría y entregamos la recepción firmada por Laparca. El cabo de guardia me ofreció un cigarrillo y preguntó:
—¿Algún problema?
—No, todo normal.
—Bueno, que descansen.
Al día siguiente el diario anunciaba que la esposa de un comisario había desaparecido y se sospechaba de un atentado cometido por elementos subversivos.