Translate - Traduire - Übersetzen

Insumergibles

 Los traidores es preferible que nos traicionen a los diez minutos de conocernos, inmediatamente, porque si no, uno empieza a quererlos y la traición es muy dolorosa.        Alejandro Dolina

 

Comencé a trabajar en el ministerio a principios del siglo. Los primeros tiempos fueron muy tormentosos. El país no lograba un gobierno estable después de la renuncia del presidente al pie del helicóptero, en medio de una tremenda crisis social. 

La inestabilidad de gobierno se traducía en frecuentes cambios de ministro y éstos en cambios de jefe de la oficina. Nunca sabíamos cuando cobraríamos el sueldo.

A pesar de todo esto, en la oficina había un sano ambiente de camaradería. Éramos alrededor de una veintena y solíamos almorzar en grupo, con una charla animada. La mayor parte de los compañeros y compañeras eran profesionales. Sicólogos, sociólogos o pedagogos. Yo era el único ingeniero.


En el escritorio de al lado tenía un compañero simpático y bien dispuesto que participaba de los almuerzos.

En una de las volteretas políticas, nombraron como nuestro jefe a mi vecino de escritorio. Me pareció un buen augurio. Junto con esa noticia supimos que se incorporaba otro profesional al equipo.

Pocos días después mi jefe y ex-vecino de escritorio me llamó. Me explicó que el compañero recién incorporado a la oficina debería ganar más que yo. Un tanto asombrado le dije que no me importaba, que no era cosa mía. Él agregó que había un problema. Yo tenía el sueldo más alto en la categoría. Como no le permitían poner al nuevo en una categoría más alta, no le quedaba más remedio que bajar mi sueldo.


Tratando de superar mí asombro le dije que me parecía insólito y le di mis opiniones sobre su actitud. Con cara de ternero degollado me señaló con el dedo hacia arriba y dijo que la culpa era de «ellos». Y me bajó el sueldo. Digerí como pude el episodio, ya que necesitaba el ingreso.


Tiempo después, escuché un discurso del ministro en la televisión. Hizo una afirmación que me pareció errónea. En la oficina busqué información al respecto. Se había equivocado. Nada grave, pero sería bueno avisarle para que no lo repitiera. Hice un brevísimo informe con los datos y se lo mostré a mi jefe-excompañero. Lo leyó. Me dijo que lo guarde y no lo comente. El ministro volvió, alguna vez, a repetir el error. Nadie le había avisado.


Conocí al nuevo compañero de la oficina que tenia mi ex-sueldo. Mi primera tentación fue contarle y descargar mi bronca con él. Para mi sorpresa, me cayó bien y, dado que él no era el culpable, abandoné este impulso. El tipo era amable, simpático y progresista. El tiempo no cura, pero amortigua. 


Mucho después, este nuevo compañero necesitaba un trabajo de procesamiento de datos, con generación de un informe con tablas y gráficos, con sus correspondientes conclusiones. Era un trabajo ajeno al ministerio. Como era mi especialidad, me preguntó si lo podía hacer. Seguramente vio mi cara dudosa y me aclaró que había fondos para pagarme. Como el dinero me venía bien, acepté. En un par de semanas entregué el informe y se manifestó muy satisfecho. 


Empecé a pensar en el destino que iba a dar a ese ingreso extra. Se ve que me apuré demasiado. Pasaron meses. Cada tanto reclamé la deuda. Siempre postergó el pago con simpatía. Pasaron años. No reclame más. Luego, charlando con una secretaria, me contó que le había pasado lo mismo con el mismo simpático. 


Ambos siguen siendo profesionales prestigiosos y muy consultados dentro del ámbito. Por supuesto, ambos progresistas como el que más. Cuando volvió un gobierno peronista comenzaron a saludar con los dedos en «V». 


corcho flotando, insumergible

Los maestros de la simulación, como Zelig, el personaje de Woody Allen, siempre están en el lugar conveniente en el momento adecuado, flotando en la corriente. Como la canción de Chico Novarro: 

«El camaleón, mamá, el camaleón, cambia de colores según la ocasión». Por suerte son pocos, pero existen. Cambian de orientación los gobiernos pero ellos siempre están. Me dicen que suelo buscar el pelo en la sopa. Puede ser. El problema es cuando hay pelos. 


¿Por qué persisten estos tipos? Porque no los denunciamos públicamente y ¿Por qué no los denunciamos públicamente? Porque son funcionales a las burocracias y las burocracias nos tienen agarrados de un órgano sensible... el bolsillo. O sea del morfi.


Epilogo: Cuando llegó un gobierno de derecha me despidieron. Hundido. Ellos siguen flotando.

Zelig de Woody Allen
Volver a página anterior
Puede enviar un comentario usando el formulario de contacto (click acá).



o comentar a continuación en el siguiente formulario

También se puede ver: