Mario Benedetti
Llegué a la cocina tratando de recordar para que había ido. Mi memoria de corto plazo viene flaqueando. Cada vez con mayor frecuencia digo frases del tipo «¿Como se llamaba el protagonista de la película tal y tal?» o «¿Que cenamos anoche?».
Sé bien que esto suele suceder con el paso de los años pero, por las dudas, decidí ir a ver a un especialista, neurólogo y psiquiatra.
Me recomendaron un prestigioso instituto de neurociencias. Mientras esperaba en la antesala pude ver en las pantallas varios videos que mostraban los extraordinarios progresos de las neurociencias en los últimos tiempos. Casi todos estos videos promocionaban los avances basados en el chip cerebral, implantado bajo la piel. Estas técnicas permitían interactuar con el cerebro desde dispositivos externos al paciente, para efectuar distintas maniobras terapéuticas.
Cuando me llamaron entré al consultorio y vi, sobre el escritorio, un modelo del cerebro en cerámica y un pequeño robot pisapapeles. El doctor me escuchó atentamente y me realizó una serie de pruebas de memoria y mandó a hacer estudios neurológicos. Me estudiaron con modernos equipos electrónicos computerizados. Cuando tuve todos los resultados volví a su consultorio donde se tomó un rato para revisar todo y finalmente dictaminó.
—Su caso es muy leve, pero la ciencia ha avanzado mucho y tenemos formas de prevención más eficaces que las del siglo pasado. Las tecnologías basadas en el chip cerebral y la inteligencia artificial se han desarrollado mucho. Con este sistema usted puede hacer un backup o copia de resguardo de su memoria y restaurarla en su cerebro cuando quiera. Se controla todo desde una aplicación en su teléfono celular. Tiene un costo alto, que su seguro medico no le cubre, pero es fantástico. Desde que se acentuó la crisis económica occidental el precio es en yuanes chinos.
—¿Como sabré que la copia de mi memoria será inviolable? ¿Ustedes pueden asegurar que no será robada por delincuentes?—Somos una institución prestigiosa y, además, somos honorables y gente de palabra. Tomamos todas las precauciones posibles para proteger el patrimonio de su memoria.
—Entiendo que en el backup estará toda la información de mi cerebro. O sea, hay copia de fechas de cumpleaños, datos históricos, reglas aritméticas, sintaxis de lenguaje, mi curriculum vitae y así sucesivamente. Lo que no entiendo es donde estarán mis gustos, preferencias, odios y amores. Mis decisiones, mis experiencias no son mera información. Mis conocimientos no son pura información. Incluyen el como y el por que hago las cosas, mis motivos y actitudes. ¿Eso donde está?
El médico comenzó a jugar nerviosamente con el cerebro de cerámica y me explicó.
—Bueno... hasta ahora la ciencia ha logrado copiar la información cerebral. Sobre el resto de sus inquietudes no tenemos mucha idea de como hacer resguardo. Hacemos backup de su información pero no sabemos como resguardar su personalidad, su identidad, sus estados de ánimo o sus deseos. Es lo que hay. —dijo encogiéndose de hombros.
—Pero entonces ¿Yo no soy mis recuerdos? ¿Donde está mi identidad?
—No sabemos. Tampoco sabemos si sabremos.
El médico hizo algunas muecas y ademanes de impotencia. Le agradecí diciendo que lo iba a pensar. Creo que me voy a quedar con mis olvidos naturales antes que con una memoria recuperada por inteligencia artificial.
