El salón de actos estaba repleto con una concurrencia muy interesada en el tema de la conferencia. Versaría sobre la segregación social y sería dictada por un integrante de una minoría. El rabino Baruch Blutman pidió silencio y presentó al prestigioso hematólogo Erich Fledermaus, con una breve reseña de sus estudios y méritos académicos.
El pálido disertante, de lentes oscuros e impecable traje azul, subió al estrado, agradeció la introducción, se acomodó la corbata, carraspeó y comenzó su exposición:
«Agradezco la invitación de la Comisión Directiva de esta comunidad para exponer algunos temas generales que hacen a la vida de nuestra colectividad, la de los vampiros. Nadie mejor que ustedes para comprender la magnitud que pueden adquirir las segregaciones en la sociedad. Espero que no les moleste que permanezca con los anteojos oscuros. Antes que nada les pido que se despojen de todos los preconceptos que les han llegado a través del cine, la televisión y la literatura. Sin ir más lejos, la Real Academia describe vampiro como “espectro o cadáver que, según ciertas creencias populares, va por las noches a chupar la sangre de los vivos hasta matarlos”. Un verdadero disparate sustentado en leyendas populares tan infundadas como el terraplanismo o las brujerías.
Mitos como Drácula, Nosferatu, la inmortalidad, el no reflejarnos en los espejos, no tener sombra, el temor a las cruces, han calado en mucha gente crédula. Estas creencias nos han responsabilizado, al igual que a ustedes, de diversas calamidades y pestes. Junto con otras minorías hemos sido perseguidos a lo largo de siglos. No poco miembros de nuestra comunidad han sido asesinados por la Inquisición. Nunca falta un exaltado que nos encare con un crucifijo o, peor todavía, una estaca de madera para matarnos.
Es absurdo asociar a nuestra comunidad con murciélagos hematófagos. Nuestra vida no es como la pintan esas ficciones.
Somos buenos ciudadanos, con los mismos deseos y vicisitudes que los demás. Hay muchas circunstancias que nos afectan. Entre otras, los prejuicios, la discriminación, la compatibilidad con los grupos sanguíneos, el mantenimiento de la dentadura, el efecto de la luz.
Muchas veces he leído o escuchado lo que se dice de nosotros y, en general, está muy alejado de la verdad. Para colmo, nosotros somos portadores sanos de cuanta enfermedad contagiosa circula en el mundo. Con el HIV, la hepatitis y ahora la pandemia, se nos complicó la vida al infinito.
Todas estas dificultades nos generan múltiples dilemas morales. Téngase en cuenta que no podemos evitar el andar por ahí buscando sangre humana. Es parte de nuestra biología, nuestro sino, tal como en la fábula de la rana y el escorpión. Está en nuestra naturaleza.
Hago todo este prologo para situar la exposición en contexto y lograr la comprensión de ustedes.
En primer lugar, es importante que sepan que nosotros no nos alimentamos de sangre humana. Por el contrario, nos alimentamos igual que el resto de los humanos. Incluso, algunos de nosotros somos vegetarianos.
El tema de la sangre es más complejo y sutil. Sólo tomamos alguna pizca de sangre cada tanto. A veces basta con besar o lamer una mínima herida o una mancha de sangre. Reconozco que es desagradable para mucha gente, pero no más que tantas adicciones vulgares y muy difundidas en nuestra población. La cultura hegemónica impone una estética que es adversa para nosotros sin ningún fundamento.
El efecto de la sangre actúa como un catalizador o promotor, un estímulo o activador de nuestro metabolismo; nos aleja de la depresión, nos mejora el ánimo.
Tal vez ustedes se preguntarán como se compatibiliza todo esto con una vida normal en sociedad, sin andar molestando a los demás.
Tenemos algunas pautas que facilitan la convivencia. En general, compartimos sangre entre nosotros. Seguramente todos ustedes han visto gente que lame la herida propia o de un hijo.
Hay un mito que dice que lo nuestro es contagioso y la gente tiene miedo. Puedo desmentir en forma tajante esta leyenda. Por esta razón y por el rechazo de gran parte de la sociedad, la mayoría nos casamos entre nosotros. Con la intimidad y el conocimiento todo se simplifica. No es distinto de lo que ocurre en tantas comunidades que prefieren la endogamia.
Otro fábula es la de la mordida en la yugular. ¡Una barbaridad fruto de la ignorancia! La verdad es que nos repugna la idea de andar mordiendo a los demás. Nuestros dientes son como los de todos ustedes pero nuestros caninos tienen unas puntitas casi microscópicas, muy afiladas. Cuando rozan la piel pueden hacer un pequeño raspón, casi invisible. Con eso en general nos basta. Así que, casi siempre, la otra persona solo tiene una sensación rara, sin mayores consecuencias. Debo decir, con cierto pudor, que a más de una persona le resulta un ingrediente agradable.
Espero que estas palabras despierten el interés en nuestras problemáticas y ayuden a que se nos considere como integrantes normales de la población. Demás está decir que hay miembros de nuestra comunidad que ocupan prestigiosas posiciones en la política, la cultura y los negocios. Estamos trabajando en nuestra asociación con un proyecto de ley que nos incluya en la legislación antidiscriminatoria. Evitamos algunas profesiones como la cirugía y la enfermería, debido a la incomprensión de la gente respecto de nuestros hábitos y para evitarnos tentaciones que serian poco toleradas por colegas y pacientes. Por suerte, contamos con el apoyo del Parlamento que, en una actitud loable, ha incorporado algunos miembros de nuestra comunidad entre sus asesores.
He tratado de ser breve. A continuación quedo a disposición para todo tipo de preguntas que permitan esclarecer lo expuesto e ilustrar sobre nuestro lugar en la sociedad.
Luego, en el cóctel con que nos agasajaremos, estaré disponible para todo tipo de intercambio, en especial con personas de Rh positivo».
Terminada la disertación, luego de los aplausos, quedaron unas pocas personas cuchicheando entre ellas e ignorando al expositor. No hubo preguntas. Para el cóctel ya no quedaba nadie. El conferencista se quedó charlando con el rabino, con un sandwichito de miga y tomando un Bloody Mary.
