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El Cóndor pasó por el subterráneo

Nos escapamos de la dictadura uruguaya en 1974. Llegamos a Buenos Aires poco antes de la muerte de Perón. Ese mismo año nos reubicamos en la Universidad Nacional de San Luis, pero duramos poco allí. Yo era profesor titular y coordinador. El golpe cívico militar nos encontró con nuestras mellizas recién nacidas. Producida la intervención de la universidad, tuvimos como interventor de la facultad a un vice comodoro.  Hablé con él para presentar mi renuncia como coordinador, ya que era un cargo de confianza de la conducción peronista depuesta. No me aceptó la renuncia. Era obvio que venía una época de resoluciones impopulares, que yo debería refrendar y cumplir. Optamos por inventar una ficción que nos obligaba a volver a Buenos Aires y renuncié al cargo de profesor. 


Aquí, en la capital, encontré trabajo en una empresa privada. Vivíamos en Villa Crespo y viajaba diariamente al centro en el subterráneo. Como muchos porteños, estaba acostumbrado a empujar para entrar al vagón y quedar como sardina en lata, con alguien justo enfrente. En uno de los viajes, después de empujar, acomodarme y respirar, tuve una sorpresa. El que estaba apretado, justo enfrente de mí, era Julio D’Elía.


No tuve tiempo de reponerme de mi sorpresa cuando tuve otra. Julio miraba a través mío con indiferencia, como si no me conociera. Después de un par de minutos comprendí que lo hacia a propósito, seguramente para protegerme. Ya habíamos tenido experiencias similares con otros exiliados que sospechaban estar en la mira de la dictadura. Una experiencia imposible de olvidar. 


Conocía a Julio de Montevideo. Yo era delegado docente de la Facultad de Química en la Federación de Docentes Universitarios del Uruguay. Julio era delegado de los docentes de Ciencias Económicas. Antes del golpe de estado en el Uruguay, lo veía y hablábamos de vez en cuando en las reuniones del Consejo Federal. Después de la intervención de la Universidad no lo había vuelto a ver. 


A partir del encuentro en el subterráneo, con gran ingenuidad observaba siempre a los pasajeros, esperando verlo nuevamente. Aunque sea eso, verlo. Pasaron años y eso no sucedió.


Luego del regreso a la democracia me enteré que la dictadura lo había desaparecido, junto con su compañera embarazada, en diciembre de 1977. 
El caso de Julio y su compañera estuvo incluido en varios juicios por el Plan Cóndor. Con la ayuda de las Abuelas de Plaza de Mayo fue localizado el hijo de Julio, apropiado por un represor. Recuperó su identidad en 1995. Siempre me asombro de mi propia candidez que, años después de la desaparición de Julio, lo seguía buscando en el subterráneo.


Julio y su compañera.


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