El transporte publico ya no pasaba por el pueblo. Yo había llegado gracias a la amabilidad de un camionero que llevaba mercaderías, una vez al mes.
Terminada la ingrata tarea, aproveché el retorno del mismo camionero para volver a esta pequeña ciudad, que tenía estación de tren. Traté de pagarle el servicio al hombre que me transportó, pero se negó. Me agradeció que lo hubiera entretenido con historias durante el viaje. Me dejó en la vieja estación y partió.
Por esta pequeña ciudad pasaba una linea de ferrocarril que tenía como destino la capital, donde yo vivía. De hecho, yo había llegado en tren hasta aquí, donde conocí al camionero en el modesto y mínimo bar de de la estación. El jefe de la estación recibía los trenes, orientaba a los pasajeros, vendía los boletos y su esposa atendía el bar. Ambos tenían su vivienda en el primer piso de la estación.
Cuando terminé mi merienda en el bar de la estación fui a buscar al jefe y le pregunté por el próximo tren a la capital.
—No hay mas trenes a la capital
—¿Como es eso? ¡No puede ser!
—Si, ayer pasó el último. A partir de ahora se desactivará la estación. Como estoy tramitando la jubilación me permiten utilizar la vivienda y explotar el bar hasta que reciba el primer pago de jubilación. Luego podré optar por irme o pagar alquiler por la vivienda y el bar.
—¿Y yo que hago? Está anocheciendo.
—Yo a las diez de la noche cierro. Le puedo ofrecer dormir en el bar y a la mañana verá como se puede ir.
Desalentado, me senté a cavilar en el banco de madera que había en el andén. Luego cené en el bar. Cuando se fue el ultimo parroquiano me acomodé en un sofá que tenían en un rincón. El jefe de estación me dijo que me iba a dejar abierta la puerta por si quería salir a tomar aire. Agotado me dormí al poco rato.
Me levanté antes del amanecer. Fui al baño y salí a tomar aire. Había una calma total. Me senté a descansar en el banco del andén.
Cuando me desperté, sentado en ese banco, ya estaba claro. Miré alrededor y vi a un hombre sentado en el suelo, con aspecto de vagabundo. Le pregunté si había visto al jefe de la estación. Me respondió que el jefe había muerto hace mucho. Quedé asombrado mirando las vías. Mi asombro se hizo angustia cuando vi que el pasto y las malezas, entre los durmientes y las vías, tenían cerca de medio metro de alto.
--------------------------------------------- FIN ----------------------
Sobre este texto Patricia Krebs realizó un video, que se muestra a continuación.
El póster Patricia, yo y los títeres en el Hall del cine Gaumont