José estaba muy contento con su loro. El ave, muy afectuosa e inteligente, aprendía rápidamente a repetir palabras o pequeñas frases. Era muy divertido. Cuando sonaba el timbre de la puerta, el loro repetía «¿Quién es? ¿Quién es?». Cuando veía futbol en la televisión, el loro repetía «Boca Boca».
De este modo había aprendido a llamar a José, a proferir insultos y algunas otras expresiones que la familia se entretenía en enseñarle.
Un día, para sorpresa de toda la familia, el loro dijo «Boca erró penal». Todos quedaron sorprendidos. Era una situación del partido del día anterior.
Cuando ya habían olvidado lo del partido, escucharon al loro decir «Renunció ministro». Esto ya les generó una intriga importante. ¿De donde habría sacado esto? La hipótesis era que el loro repetía de la televisión. Esto explicaría ambas cosas. Lo de Boca y lo del ministro.
El colmo ocurrió poco después, cuando el loro dijo «gato enemigo». En esta oportunidad no hubo hipótesis. No tenían gato. Tampoco era un tema de conversación familiar. No había ningún gato entre los vecinos.
Decidieron poner una cámara de video con grabación de audio. La idea era vigilar al loro cuando la familia no estaba atenta.
La sorpresa fue grande. El loro había aprendido a invocar a la inteligencia artificial del teléfono celular, que quedaba sobre la mesa del comedor. Como se podía consultar por voz, el loro preguntó «¿enemigo de loro?» y la inteligencia artificial respondió «gato».
Nos preguntamos si un mono con celular no nos superaría fácilmente. Se lo voy a preguntar a la inteligencia artificial.
